LOS FEMINISMOS, LAS DIVERSIDADES Y EL CUIDADO DEL MEDIO AMBIENTE.

Los feminismos y las diversidades pueden influir positivamente en el cuidado del medio ambiente de varias maneras:

  1. Mayor conciencia ambiental: Las teorías feministas y las luchas de los grupos de diversidad tienen en cuenta la interseccionalidad, es decir, cómo las diferentes formas de opresión, discriminación y exclusión están interconectadas. Esto lleva a una mayor conciencia sobre la relación entre la injusticia social y la degradación ambiental.
  • Participación y liderazgo: Los movimientos feministas y de diversidad buscan la participación y el liderazgo de todas las personas, incluyendo a aquellas que históricamente han sido marginadas. Esto significa que más personas con diferentes experiencias y perspectivas pueden estar involucradas en la toma de decisiones sobre el medio ambiente y pueden aportar soluciones más efectivas y justas.
  • Valoración de la vida: Las perspectivas feministas y de diversidad reconocen el valor intrínseco de todas las formas de vida, incluyendo las especies animales y vegetales. Esto puede llevar a una mayor preocupación por el bienestar y la conservación de los ecosistemas y la biodiversidad.
  • Crítica al modelo económico: Las teorías feministas y de diversidad critican el modelo económico actual, que se basa en la explotación de recursos naturales y humanos y la maximización del beneficio económico a corto plazo. Esto lleva a un enfoque más sostenible y equitativo en la gestión de los recursos naturales y la planificación económica.
  • Acción colectiva: Las luchas feministas y de diversidad se basan en la acción colectiva y la solidaridad entre diferentes grupos. Esto puede llevar a la formación de alianzas entre grupos ambientales y grupos de diversidad para abordar cuestiones ambientales y sociales interconectadas, como la justicia climática, la soberanía alimentaria y el acceso a agua potable.

Tal como sostiene Agustina Grasso en el portal Escritura Crónica “hay muchos ejemplos de estas luchas ejemplares en nuestro país: de las Madres de Ituzaingó contra los agrotóxicos en Córdoba, las Madres del Agua en Mendoza, la causa Matanza-Riachuelo que la encabezó una mujer como Beatriz Mendoza, o en los 90 con las Asambleas de Nonogasta en La Rioja por las curtiembres que eran organizadas por mujeres, que eran las primeras que veían cómo la contaminación afectaba la salud de la gente, nos damos cuenta que es clave protegernos entre nosotras de la violencia doméstica y del sistema. Existe un paralelismo en estas luchas. El futuro será ecofeminista o no será. Pero para esto es clave tender lazos entre las distintas luchas y sectores de la sociedad.”

Vale la pena recordar que, en el inicio del 2020, se frenó el mundo por una pandemia que nos mostró en la cara cómo debíamos repensarnos a nivel ambiental, climático, energético, hídrico y alimenticio. En este sentido Grasso sostiene que: “tanto el feminismo como el ambientalismo somos parte del replanteo de las bases de este modelo. Empezaron a surgir palabras con más fuerza como soberanía alimentaria, agricultura holística, basta de desmontes, fin del cambio climático, soberanía energética, cuidado del agua y Justicia ambiental. Pero los grandes generadores de basura, las grandes industrias y los modelos agroexportadores, durante y después de la pandemia, siguen teniendo los mismos principios contaminantes, con agrotóxicos, sobreexplotación de suelo, intoxicación de aguas y especies, etc., entonces creo que debemos realmente generar un cambio de paradigma desde las raíces. No sé si podremos revertirlo, pero sí creo que al menos evitar que se siga profundizando.”

En resumen, los feminismos y las diversidades pueden contribuir a la creación de una cultura de cuidado y respeto hacia el medio ambiente, basada en la justicia social y la solidaridad.

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