Su celebración se llevó a cabo ayer en Catamarca luego de que el Vaticano aprobara un milagro dando lugar a su beatificación.
EL MILAGRO:
A pesar las incontables atribuciones milagrosas que se le adjudican (más de 300) el milagro clave aprobado por la Comisión Teológica de la Congregación para los Santos del Vaticano fue el siguiente:
Al nacer, una bebita tucumana contrajo una terrible infección denominada osteomielitis (infección en los huesos que precisa atención urgente) que la puso al borde la muerte y se le realizaron muchas operaciones. Los médicos dijeron que si sobrevivía quedaría con graves secuelas de por vida. Sin embargo su mamá hizo caso omiso de la advertencia de los doctores y entre rezos y oraciones con todas las fuerzas de su fe, pidió por la sanación de su hija teniendo por intercesor a Fray Mamerto Esquiú. Inexplicablemente para la ciencia, en apenas una semana, la niña no sólo se recuperó completamente sino que quedó sin rastros de la enfermedad. El caso fue acercado por los padres de la nena a la orden franciscana a la que pertenecía Esquiú, pasaron los años y ahora fue consagrado Beato por el Papa Francisco.
¿Quién fue Fray Mamerto Esquiú?
Mamerto de la Ascensión Esquiú creció en una familia humilde de labradores donde se vivían las virtudes cristianas como el amor familiar, la entrega y el sacrificio cotidiano. A los cinco años, debido a una promesa que hizo su madre, María de las Nieves, porque él había nacido enfermo, empezó a vestir el hábito de San Francisco. Como se curó milagrosamente, desde entonces nunca más se sacaría el sayal franciscano.
Fue un religioso franciscano oriundo de Catamarca, Argentina, que en su vida generó una gran contribución en temas como la defensa de los derechos, la comunicación y el servicio a la Iglesia, ya que fue periodista, diputado y Obispo de la ciudad de Córdoba. Se ganó la antipatía de muchos al promover el pensamiento de que EL CARGO DE DIPUTADO DEBÍA SER UN CARGO AD HONOREM (sin recibir sueldo).
Esquiú siempre promovió la unión nacional y abogó por la instauración de la Ley en tiempos de guerras fratricidas. Su sermón más conocido se dio en la proclamación de la Constitución Nacional el 9 de julio 1853 en un clima cargado de extrema tensión en el debate ante un estadio laico o un estado confesional. Las palabras de Esquiú promovían la concordia y la unión fraternal:
“Obedeced, señores, sin sumisión no hay ley, sin ley no hay patria, no hay verdadera libertad: existen solo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerra y males de que Dios libre eternamente a la República Argentina”.
Fray Mamerto Esquiú
Las palabras del beato argentino, más de 150 años después, suenan tan vigentes y parecen hacer tanta falta en los tiempos que andan.